Fundación Compaz

#LosRostrosDeLaPaz

Isabel González

Ayakuná

Santiago Valencia

Ecomanglar

Ligia Ciro

Educadora

Diana Cortés

Pacific Dance
Isabel González de Mujeres Ayakuná

Isabel González

Ayakuná

Isabel nació en Belén de los Andaquíes, un municipio de Caquetá donde se vivía la guerra entre tres grupos armados: guerrillas, paramilitares, y ejército. A pesar de crecer en medio de esos enfrentamientos, su niñez y adolescencia estuvieron marcadas por el cuidado del bosque, el monitoreo de especies y el amor por el medioambiente.

Isabel se crió en la Fundación Tierra Viva, una organización que su padre creó junto a unos amigos. La fundación es una de las grandes responsables de que Belén de los Andaquíes fuera declarado municipio verde protector del agua, además de muchos otros logros medioambientales que le ha dado a la región.

Desde pequeña Isabel hacía monitoreo de especies, sin saber que estaba ayudando a la conservación. Para ella era un juego ayudar a los adultos a contar y anotar flores, mamíferos y aves, entre muchas otras especies que habitaban el bosque. Esta actividad hizo que se interesara por los seres vivos no humanos que la rodeaban, por eso decidió estudiar biología, convirtiéndose en la primera bióloga de la fundación y abriendo un camino para otr@s jóvenes. Actualmente hay 9 biólog@s en Tierra Viva.

Belén de los Andaquíes tiene 9 parques naturales, uno de ellos reforestado en 1997 por la comunidad. Esa reforestación duró seis años porque, como muchos habitantes del lugar, el parque también fue víctima de la violencia. A inicios de 2003, el Ejército Nacional se acantonó ahí, quemando todo lo que se había reforestado como estrategia de guerra, pues necesitaban visibilidad para un eventual combate con los paramilitares y las guerrillas, que también estaban en esa zona. Varios integrantes de Tierra Viva intentaron hablar con el ejército para llegar a un acuerdo de protección del medioambiente, pero no tuvieron éxito y la respuesta no fue la esperada. Isabel afirma, con mucha tristeza, que la fundación sufrió una violencia peor por parte del ejército, que por parte de la guerrilla o de los paramilitares.

Cuando empezó a escuchar sobre la posibilidad de una Colombia en paz, Isabel “no entendía mucho pero los adultos hablaban sobre posconflicto. Nos decían que en algún momento la guerra se tenía que acabar y que como amazonía teníamos que estar preparados.” Hoy, a sus 33 años, entiende a qué se referían los mayores. Antes los bosques eran habitados por la guerrilla y por eso nadie los visitaba; después de la firma del Acuerdo de paz, esos territorios se convirtieron en el epicentro de una guerra diferente, la de la tenencia de la tierra y la deforestación.

A pesar de esto, Isabel asegura que Belén de los Andaquíes ahora es uno de los pueblos más tranquilos de Caquetá, “este lugar después de la firma del Acuerdo de paz se convirtió en un paraíso, ahora nos visitan para conocer sobre medioambiente, gobernanza ambiental y biología.” Aprovechando este cambio positivo en la región, en 2018 decidió crear la Asociación de Mujeres Emprendedoras Ayakuná, que significa espíritu del bosque en lengua Quechua. “Es una hijita de la Fundación Tierra Viva que busca involucrar más a la mujer en la biología y los estudios medioambientales, dado que ese sector siempre ha sido muy machista.” Por medio de Ayukuná, Isabel ayuda a madres cabeza de familia, víctimas de violencia de género y mujeres víctimas del conflicto armado. En este momento hay 11 asociadas y 50 mujeres beneficiadas con este proyecto.

Además de trabajar por la conservación de los ecosistemas de la región, tienen un modelo comunitario para aprovechar de manera responsable lo que les brinda el bosque. Bajo la marca Alimentos del Monte, hacen y venden mermelada, tortas, yogures, y galletas, entre otros.

Isabel construye paz desde el liderazgo, logrando que el tejido social de muchas mujeres y sus familias se reconstruya y transforme desde un enfoque ambiental. Se graduó del diplomado en Liderazgo Territorial para la paz que desarrollamos junto a la Universidad Externado y hace parte de #JuntasLideramos, el programa que creamos con el propósito de reconocer y promover el papel que tienen las mujeres en la transformación de los territorios y en la construcción de paz.

Santiago Valencia de Ecomanglar

Santiago Valencia

Ecomanglar

Santiago refleja de manera fiel, amorosa y genuina el pacífico colombiano. Nació y lo primero que hicieron fue ombligarlo, un ritual espiritual de la región que busca conectar al bebé con el territorio y que consiste en enterrar el cordón umbilical del recién nacido, curarle el ombligo con una semilla de un árbol o con el pelo de algún animal y después otorgarle una habilidad. A Santiago su mamá le dio resistencia. El ombligado, esa práctica ancestral de las comunidades del pacífico, fue el comienzo de un camino que Santiago ha recorrido con mucho amor, respeto y resistencia.

Desde niño le gustaba dibujar paisajes y animales que veía en el mar y la selva. Solo salía de su casa a la escuela, por eso no socializaba casi con niñ@s de su edad. En cambio, hablaba mucho con su papá, tíos y mayores de la comunidad, quienes le hablaban de conservación, de la importancia del territorio e incluso, desde pequeño, de liderazgo social.

A los 15 años comenzó a salir más y conoció a un grupo de estudiantes de biología que venían de Cali a visitar el territorio y estudiar la biodiversidad que él veía todos los días. Al ver el interés y lo complejas que eran todas las especies que lo rodeaban, Santiago sintió un llamado a no solo admirar y querer su territorio, sino a apropiarse de él. Tanto que a los 16 años lo designaron como secretario suplente de la junta del Consejo Comunitario de Bahía Málaga, la organización más importante del territorio.

Con esa responsabilidad a tan corta edad y las ganas de honrar y apropiarse de manera correcta del lugar donde había nacido, entró a estudiar biología. Solo cursó un semestre porque se dio cuenta de que no era la mejor profesión para acercarse a los procesos de conservación que él quería iniciar en su región, entonces hizo un técnico en manejo ambiental en el SENA, después un tecnólogo en guianza turística y finalmente la carrera en administración turística. Durante sus años de estudio se dio cuenta que para él y para much@s otr@s jóvenes de Bahía Málaga era difícil ir hasta Buenaventura o Cali a estudiar, por eso realizó toda la gestión para que los profesores del SENA fueran al territorio a dar las clases. Ese fue uno de sus primeros triunfos como líder de su comunidad.

En 2008 fundó Ecomanglar, una asociación que busca alternativas productivas sostenibles a través del ecoturismo, la investigación y la educación ambiental, y que materializó la apropiación del territorio que tanto buscaba Santiago desde joven. @ecomanglar honra y visibiliza la pesca artesanal, el manglar, las ballenas, la selva, la piangua, el mar, los monos, los delfines, las aves, los saberes, la gastronomía y la cultura del Pacífico colombiano por medio del fortalecimiento de las prácticas tradicionales de la comunidad malagueña y la gestión ambiental a través del etno y ecoturismo. Tienen actividades como la ruta de la piangua, caminatas ecológicas, pesca artesanal, lampareo fotográfico, canotaje, música folclórica, observación de fitoplancton nocturno, avistamiento de ballenas, kayak y ruta de cascadas, entre muchas otras actividades.

Desde que fundó este sueño Santiago ha dedicado su vida a eso. En 2017 lo nombraron representante legal del Consejo Comunitario por tres años. Ahí entendió la importancia de fortalecer procesos comunitarios de mujeres piangueras, pescadores y madereros, quienes ahora hacen parte de la red de prestadores de servicios que trabajan en Ecomanglar.

La resistencia que su mamá le dio al nacer y el amor por la naturaleza lo han convertido en un líder perseverante que lucha por su gente y su territorio. A sus 36 años, y con una década de experiencia en liderazgo comunitario, Santiago dice que ser líder es ser guía y ejemplo en la comunidad, ser la persona que motiva, que nunca deja de aprender y que despierta en los demás el respeto y el amor por el territorio. Además, asegura que “la construcción de paz va más allá de hacer la paz entre humanos, hay que hacer la paz con el medioambiente.”

Santiago graduó de la academia de liderazgo para la paz #AlaPAZ que realizamos con la Universidad de los Andes y del diplomado en Liderazgo Territorial para la paz que desarrollamos junto a la Universidad Externado. Además, Ecomanglar hace parte de la segunda cohorte de nuestro programa de construcción de paz medioambiental, #PazVerde.

Ligia Ciro

Ligia Ciro

Educadora

A Ligia la imagen de niñ@s de 14 y 15 años con fusil, paseándose por las veredas donde ella ha enseñado, le marcó la vida. Un recuerdo que por décadas fue la realidad de cientos de niñ@s en todo el país y que aún es un riesgo para aquell@s que viven en la ruralidad. Por eso, el bienestar y la educación de l@s niñ@s es el motor de la profe Ligia, que es psicóloga y pedagoga para el aprendizaje autónomo. A través del acompañamiento psicosocial y la humanización en la educación, se ha convertido en una guardiana y transformadora de la realidad de muchos niños, niñas y adolescentes que están expuestos a diferentes tipos de violencia en el Caquetá.

Ligia nació en La Ceja, Antioquia, pero es una enamorada del Caquetá, donde vive desde hace 28 años. Allá llegó después de separarse de su esposo, pues quería criar a sus hijos con una figura paterna y su hermano vivía en una finca en Montañita, un municipio de este departamento. Allá llegó y se dedicó a administrar la finca y comenzó a hacerse amiga de los lugareños, tanto que en 2003 la animaron para que se lanzara al Concejo; ella, que no había votado en su vida, accedió y ganó. Durante su paso por el Concejo se enfocó en ayudar a los profesores, alumnos y escuelas del municipio y fue así como se dio cuenta que lo suyo no era la política sino la educación. Así que en 2008, justo después de terminar su periodo como concejala, cogió sus maletas y se fue a Valparaíso, otro corregimiento de la región, donde le enseñó a leer y a escribir a niñ@s de primero de primaria, e informática a niñ@s de quinto a noveno. La informática no era algo fijo porque solo podían usar los computadores cuando contaban con gasolina de sobra para tener energía, pues Valparaiso no tenía luz eléctrica.

Un año después la trasladaron al corregimiento de Aguililla, una zona donde operaba la columna Teófilo Forero de las FARC. En la mañana enseñaba todas las materias en un salón de 20 estudiantes de todas las edades y en las tardes vendía comida y mecato en la cooperativa de la escuela para tener más recursos y poder ir los fines de semana a Florencia a visitar a sus hijos.

Al año siguiente, en el 2010, la trasladaron a San José de Fragua. Ahí además de ser docente de filosofía, ética, ciencias políticas y económicas, comenzó a tener funciones de orientadora escolar, se encargaba de ayudar a jóvenes y familias con problemas psicosociales.

En 2012 la trasladaron al Doncello, ahí mismo en Caquetá, donde lideró su primer proyecto de paz y se enamoró de la construcción de paz a través de la pedagogía, “cuando comencé a trabajar estos temas la vida me cambió porque me di cuenta de que sí hay futuro, que sí podemos conseguir la paz” asegura Ligia. Ahora, es orientadora escolar en un colegio en Paujil donde también está a cargo de la difusión del Informe Final de la Comisión de la Verdad en todos los grados.

Para Ligia el liderazgo no es dirigir, es enseñar a hacer para que los demás también sean líderes o lideresas. En 2020 se graduó de la academia de liderazgo para la paz #AlaPAZ y en 2022 de #AprendEPaz, un programa que creamos en alianza con @coschool con el fin de promover la construcción de paz en los territorios a través de la educación.

Diana Cortés

Pacific Dance

Desde chiquita saltaba, jugaba y bailaba, Diana no podía quedarse quieta un minuto. Esto la llevaría a fundar un lugar que, sin quererlo, se convirtió en un salvavidas para muchos jóvenes y niñ@s de Tumaco.

Diana Cortés nació en Cali, pero a sus cinco años se fue a vivir a Tumaco por falta de oportunidades. Mientras estaba en el colegio creó un grupo de baile urbano que se llamaba Chicas In. Después conoció la gimnasia y creó The Women’s, un espacio pensado solo para mujeres que practicaban este deporte; desafortunadamente el grupo se acabó porque no tenían los elementos apropiados para hacer todas las rutinas. Volvió a la danza y fundó J13, un grupo que no duró mucho pero que se transformó en lo que hoy es Pacific Dance, una organización artística y cultural donde 80 niñ@s y adolescentes practican danza urbana.

Cuando comenzó con Chicas In bailaba porque era su actividad favorita, porque le gustaba, sin embargo, con el paso del tiempo se dio cuenta que al reunir a la comunidad alrededor del baile los alejaba de la violencia, sobre todo a niñ@s y adolescentes. Esto despertó su lado social y comunitario. Las personas que hacen parte de Pacific Dance no solo bailan, también trabajan su salud emocional y discuten sus proyectos de vida. El eje central de la iniciativa es el antirracismo, por eso buscan el empoderamiento de las comunidades negras a través de la pedagogía artística.

Su interés más reciente afloró cuando tuvo que preparar una presentación para el día internacional de la mujer. Diana habló con todas las mujeres y hombres de Pacific Dance para construir el show, pero fue casi imposible porque se dio cuenta de la dificultad que los hombres tenían para entender que existían diferentes violencias basadas en género y que la violencia era diferencial y afectaba mucho más a las mujeres. Al final de esa reunión decidió que en esa presentación solo participarían mujeres. Desde ahí comenzó a preguntarse más sobre esos temas, algo que desde niña le había interesado pero que no se había animado a explorar de manera activa. De esa forma creó la estrategia Lazos de Sororidad, un grupo que busca impulsar el empoderamiento de las mujeres a través del arte con el fin de sanar heridas causadas por cualquier tipo de violencia basada en género.

La palabra lideresa a Diana la cuestiona, porque ha visto el triste desenlace de cientos de líderes y lideresas en este país, por eso no sabe si adoptar ese título. Sin embargo, es consciente de que ser lideresa no siempre es una opción, a veces toca, como le pasó a ella, “en Tumaco tenés dos opciones: dejá a la suerte el futuro de tus amigos y familia o tomar las riendas para que las cosas cambien, yo escogí la segunda opción.”

Tiene 26 años y está próxima a graduarse de licenciatura en lengua castellana y literatura de la Universidad de Nariño, título que se suma a los de técnico en asistencia administrativa y tecnólogo en acuicultura. Su sueño es continuar ayudando por medio del baile a l@s niñ@s y adolescentes de Tumaco.

Diana ha hecho un gran aporte a la reparación y construcción del tejido social en Tumaco, lo que la ha llevado a compartir su experiencia en varios escenarios. En 2020 se graduó de la academia de liderazgo para la paz #AlaPAZ; y en el año 2021 fue una de las #LíderesCompaz que participaron en la cumbre mundial de jóvenes One Young World en Alemania, donde habló sobre la construcción de paz a través del arte.