#LosRostrosDeLaPaz
Alexander Jiménez
José Daniel Murillo
Nestor Gómez
Vanessa Estévez

Alexander Jiménez
Rafael Olarte
La vida de Alexander Jiménez Rivera era tranquila hasta que su papá murió, cuando él tenía 13 años. Pasó de ser un chico aplicado a perder octavo, lo que hizo que se saliera del colegio para trabajar en el campo. Años después terminó el colegio en Florencia, Caquetá, y comenzó a estudiar ingeniería agroecológica. Ahora transforma realidades a través del uso sostenible y ancestral del cacao.
Alexander se enamoró del cacao durante una capacitación sobre análisis sensorial de este fruto que dieron en San José del Fragua, Caquetá. Gracias a esa capacitación viajó a Ecuador a hacer una pasantía donde aprendió sobre exportaciones y calidad del cacao; regresó a Colombia con la convicción de querer dedicarse al trabajo y visibilización de esa fruta, por eso lo primero que hizo al volver fue ingresar a la Asociación Agrícola de Cacaoteros de San José de Fragua. Desde que entró a la asociación comenzó a pensar en un espacio para jóvenes y en 2020 finalmente materializó su idea y creó el Colectivo de Jóvenes Cacaoteros Rafael Olarte: una apuesta para que más jóvenes se involucren en el mundo del cacao y discutan nuevas ideas para su visibilización y sostenibilidad.
Las primeras líneas de trabajo del Colectivo fueron asistencia técnica en el procesamiento del cacao, comunicaciones para mejorar el imaginario y la comercialización del producto, y la transformación de la fruta a nibs. Un año después de crear el Colectivo de jóvenes surgió la idea de la Escuela Cacaoteritos, que se lanzó el pasado 30 de junio con la participación de 22 niñ@s entre los 6 y 13 años que recibirán un ciclo de formación de tres años donde aprenderán sobre el reconocimiento de variedades del cacao, sus fases de producción, la relación que tiene con otros organismos, el reconocimiento de cultivos para el monitoreo y la historia productiva y organizativa del cacao en San José del Fragua.
Alex se dio cuenta de su liderazgo cuando entró a la universidad, pues tuvo la oportunidad de participar en diferentes procesos sociales, uno de ellos en el marco de la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las Farc; con sus amigos montó una obra de teatro que presentaron en diferentes municipios de Caquetá, donde explicaron cada uno de los puntos del Acuerdo. Sin embargo, fue en el Diplomado de Liderazgo Territorial, que creamos junto a la Universidad Externado, donde Alex reafirmó que lo que hacía en San José del Fragua era liderar, y que eso se traduce en guiar a otras personas para que también alcen la voz y tengan un rol visible en la comunidad.
El Colectivo de Jóvenes Cacaoteros Rafael Olarte hace parte de #PazVerde, nuestro programa de construcción de paz con el medioambiente.

José Daniel Murillo
Ecomanglar

Nestor Gómez
Puente Digital
Néstor Gómez creció viendo el liderazgo de su abuela en Soacha, municipio en el que nació y vivió casi toda su vida. Aunque estudia ciencias políticas, su liderazgo se enfoca en la informática y la tecnología.
Fue el primero de su familia y colegio en pasar a una universidad pública, algo que lo hizo reflexionar mucho sobre lo difícil que era entrar a una universidad como la Nacional de Colombia en Bogotá. Él quería que esa oportunidad fuera más asequible para los jóvenes de Soacha, por eso comenzó a idearse una manera de hacer un pre-universitario para la gente de su comunidad y colegio, de manera que tuvieran los conocimientos y recursos para lograr entrar a una universidad pública. Sin embargo, el financiamiento para lograr su proyecto fue imposible de conseguir y tuvo que abandonar la idea, pero sin dejar las ganas de ayudar a su comunidad.
En 2018 se postuló al tercer Encuentro de Jóvenes de la Alianza del Pacífico, quedó seleccionado y ahí nació Puente Digital: una idea de 2 chilenos, 2 mexicanos, 2 peruanos y 4 colombianos, incluido él, donde el propósito era formar a niños, niñas y adolescentes en robótica y programación, además de fortalecerlos en habilidades socioemocionales. Fueron los ganadores del encuentro, pero además del reconocimiento no tuvieron ningún tipo de financiación. Todos regresaron a sus países y Néstor siguió en contacto con algunos para ver cómo podían hacer el proyecto una realidad.
Meses después Nestlé lo invitó a una charla, él les presentó el proyecto y ellos le apostaron a la iniciativa. Con los recursos que les dieron compraron computadores, impresoras 3D, robots y drones. De esa manera logró hacer la primera formación en Soacha con l@s niñ@s y adolescentes de su comunidad. La segunda capacitación estaba pensada para adultos mayores pero llegó la pandemia y se tuvo que cancelar. La idea era seguir con la formación virtual pero, al ver las necesidades que el confinamiento agudizó en el barrio, se dedicaron a gestionar mercados y kits de bioseguridad. Cuando se comenzó a normalizar la situación de salud pública retomaron las formaciones en línea y lograron capacitar cuatro grupos más.
En 2021 viajó a México y en 2022 a Perú para explorar la posibilidad de que l@s chic@s pudieran hacer intercambios en otros países; actualmente el proyecto está en pausa porque la logística y financiación es complicada, tan complicada que tuvieron que parar formaciones por falta de recursos. En enero de 2023 Néstor realizó el diplomado de liderazgo territorial que creamos junto a la Universidad Externado y conoció a Doris de @latrochacerveza y #LaCasaDeLaPaz, un espacio cultural de memoria y reconciliación en Bogotá que próximamente será escenario de un taller sobre impresión 3D que dictará Puente Digital. También conoció a Santiago de @ecomanglar, una asociación que busca alternativas productivas sostenibles a través del ecoturismo, la investigación y la educación ambiental en Bahía Málaga; en agosto Néstor estará visitándolos para dar una formación en impresión 3D a la comunidad. Por último, conoció a Jhon de la @fundacion.maikuchiga, un centro de rehabilitación y reinserción de micos rescatados y de fauna silvestre víctima del tráfico ilegal, ubicado en el Resguardo Indígena Mocagua en Leticia, Amazonas, donde están planeando una colaboración conjunta para censar a los primates usando un dron y herramientas tecnológicas.
Desde que caminaba al transmilenio, a cinco cuadras de su casa, y veía a jóvenes intentando robar y con problemas de drogadicción, Néstor sabía que su propósito de vida era ayudar a su barrio, a Soacha. Por eso creó, junto a otros jóvenes de Latinoamérica, @PuenteDigitalAP, un proyecto que funciona en Colombia y México que tiene como propósito formar a niñ@s y adolescentes en informática y robótica y fortalecer sus habilidades socioemocionales.

Vanessa Estévez
Naberajau
Estudió para ser ingeniera industrial en Bogotá y hace siete años vive en Caquetá trabajando con mujeres víctimas del conflicto que hacen artesanías para construir paz y conservar el medioambiente.
Vanessa nació en La Vega, Cundinamarca. Toda su juventud la vivió en el campo, consciente de la importancia de la naturaleza gracias a las enseñanzas y al amor que su papá le tenía a la tierra y al medioambiente. De ahí sacó el impulso para irse a un territorio como Caquetá; sin esa identidad ligada a la naturaleza seguramente la conexión que sintió al llegar a ese lugar no hubiera sido la misma.
Después del amor por la tierra lo que más le inculcaron sus padres fue la importancia de la educación. Para ir a estudiar le tocaba caminar 45 minutos, sin embargo, nunca lo vio como un sacrificio, era una rutina que la hacía feliz. Cuando entró a bachillerato le tocaba ir en bus porque era más lejos. Madrugaba a las 4:00 a.m. para coger el transporte y llegar a clase a las 7:00 a.m., pero eso tampoco era un problema.
Cuando se graduó del colegio su sueño era ser veterinaria, pero no tenían la posibilidad económica. Era una carrera que solo se podía estudiar de día y que no le permitía trabajar, y esa no era una opción viable. Sus padres hicieron el esfuerzo de apoyarla económicamente para que estudiara un técnico en el SENA, hasta que consiguió trabajo y ella misma pudo seguir pagándose los gastos que le generaba ir a estudiar.
Se graduó del SENA pero seguía con el propósito de ser profesional. Se fue a Bogotá con muchos sueños y también con muchos miedos. Cuando llegó no sabía qué era una calle o una carrera y aunque consiguió trabajo, su situación económica era difícil. Además, la ciudad la abrumaba tanto que los primeros cuatro meses solo fue de la casa al trabajo. A los seis meses sacó un crédito con el Icetex para estudiar ingeniería industrial de noche. Se levantaba a las 4:00 a.m. para ir a trabajar y llegaba a su casa a la medianoche a hacer almuerzo para el otro día. Los sábados tenía clase en la mañana y en las tardes lavaba, planchaba y organizaba la casa. Fueron años de mucho cansancio físico y mental. Aunque le costaba mucho estudiar para los exámenes, le fue bien y logró graduarse.
Cuando le dieron el diploma ella pensaba que todo iba a cambiar, que al ser una estudiante destacada iba a conseguir un buen trabajo, sin embargo, encontrar empleo no fue fácil y la remuneración no era buena. Dos años después de haberse graduado un primo que vivía en Caquetá le dijo que se fuera para allá. A ella le pareció una locura porque asociaba al departamento con guerrilla y porque pensaba que si en Bogotá no se había podido realizar profesionalmente en Caquetá tampoco lo iba a lograr. Sin embargo, la idea le parecía cada vez menos loca al ver que en Bogotá nada mejoraba. El 01 de agosto de 2016 se fue con su esposo a probar suerte en Cartagena del Chairá.
Llegó al territorio cuando el proceso de paz estaba terminando y encontró un departamento en calma, con esperanza y alegría por las negociaciones entre el gobierno nacional y las FARC-EP. Vanessa se enamoró desde que llegó, había vivido la mayor parte de su vida en el campo pero nunca había visto paisajes como los de Caquetá, ni un río tan hermoso e impactante como el Caguán.
Su primer trabajo fue como asistente de un abogado, ahí se dio cuenta que había una gran falencia en el trato a la gente por parte de las instituciones del Estado. A personas que venían de veredas y municipios lejanos les decían que regresaran después, algo que significaba un almuerzo de más o un hospedaje, gastos que la gran mayoría no se podían permitir. Al ver eso, Vanessa comenzó a ayudarlos a hacer las diligencias de una forma más rápida y a encargarse del papeleo para que no se tuvieran que quedar más días. Lo hacía con gusto y sin esperar nada a cambio, la gente le daba propina cuando podía.
En 2019 conoció a un grupo de mujeres con las que tuvo una conexión muy fuerte. Eran mujeres víctimas del conflicto armado que hacían artesanías para concientizar a las personas sobre la importancia del medioambiente. Desde entonces, lleva tres años trabajando con ellas en Naberajau, un emprendimiento liderado por mujeres del cabildo urbano Embera, Diosa del Chairá, que busca promover la construcción de paz, fortalecer la identidad cultural de su pueblo y generar ingresos económicos para su comunidad. Ella lidera los procesos educativos de las mujeres del colectivo, les ayuda a plasmar en papel las ideas que tienen para el emprendimiento y coordina todos los temas administrativos.
Su liderazgo proviene de la pasión que le generó un territorio como Caquetá, de la necesidad de ayudar a las personas y de la conciencia medioambiental que sus papás le inculcaron y que reafirmó en Cartagena del Chairá.
Vanessa participó en el taller que desarrollamos junto a Matamba (@matamba_artesanal) para fortalecer a mujeres que trabajan en el rescate de tradiciones culturales y en la generación de oportunidades de crecimiento en sus territorios; además, como parte de Naberajau, también estuvo en la Escuela de Gobernanza Ambiental Comunitaria de #PazVerde, nuestro programa enfocado en el fortalecimiento de iniciativas que aportan a la construcción de paz y a la conservación ambiental en la Amazonía y el Pacífico colombianos.