#LosRostrosDeLaPaz
José García
Katerin Avella
Juan Antonio Urbano
Myriam Pacichana

José García
Asociación de Jóvenes Rurales por el Cauca
Su bisabuelo fue líder social y político del Cauca, lideró procesos de pavimentación, energía y educación. José García lleva ese liderazgo en las venas y desde hace varios años lo está materializando. Su gran sueño es ser presidente.
José fue monitor durante todo el colegio y sus compañeros lo postularon para que fuera el personero, así se dio cuenta que tenía potencial para ser un líder. Nació en la vereda Primavera en Villa Rica, Cauca, y estudió primaria y bachillerato en Jamundí, Valle del Cauca, pero siempre quiso regresar al Cauca para poner sus habilidades al servicio de la comunidad, tal cual como lo hizo su bisabuelo.
Cuando regresó, comenzó un proceso juvenil con sus primos, alejado de los partidos políticos. Todos los sábados invitaban a l@s jóvenes a hacer parte de lo que más adelante sería la Asociación de Jóvenes Rurales por el Cauca, una organización donde trabajan temas educativos, culturales, ambientales, sociales y comunitarios como la apropiación de ser negr@s, la construcción de paz, la equidad y el género, y los bailes tradicionales, entre otros.
José es el representante legal de la asociación, que ya tiene cuatro años de fundada y es la organización juvenil más importante del departamento, conformada por un colectivo de 40 personas que trabajan para darle vida a todos los proyectos que tienen.
En este momento José está estudiando ciencias políticas en la Universidad del Tolima, en Ibagué, pero viaja a Villa Rica cada 15 días, o mínimo una vez al mes, para seguir liderando de manera presencial la asociación, sobre todo dos proyectos muy importantes que quiere materializar: la Escuela de Liderazgo Norte Líder, donde quieren fortalecer liderazgos juveniles que estén trabajando temas relacionados con paz, y la Feria Universitaria Regional e Institutos Técnicos donde quieren potenciar, sobre todo, la importancia y pertinencia que tienen los estudios técnicos y tecnológicos en el desarrollo económico, cultural y social del país.
José hace parte de nuestra Escuela Territorial de Arte y Cultura, que se creó para promover procesos artísticos y culturales con impacto social en las comunidades, fortaleciendo el tejido social y afianzando redes de apoyo y lazos que construyen paz en los territorios.

Katerin Avella
RENA-C
Nació en un pueblo en La Guajira que hoy todavía no conoce. Siempre quiso ser psicóloga, pero le tocó estudiar administración de empresas. Le gustaba ser lideresa desde el colegio, pero la violencia política hizo que se refugiara en la guerrilla, perdiendo así la oportunidad de ejercer cualquier tipo de liderazgo. Vivió con muchos familiares, pero su época favorita fue cuando estuvo con su abuela paterna, quien le inculcó el sentido social, la importancia de la familia y la educación.
Cuando estaba estudiando en la universidad comenzó a involucrarse en las luchas estudiantiles porque quería un cambio para el país y un mejor futuro, fue así como ingresó a un movimiento cívico. Ese movimiento después hizo parte de la Unión Patriótica y ahí comenzaron los problemas, la persecución política que sufrieron l@s integrantes de la UP afectó a sus amig@s y conocid@s, muchos murieron y a Katerin le tocó elegir entre el exilio, seguir luchando mientras esquivaba la muerte o entrar a la guerrilla para estar un poco más segura. Ella escogió la tercera opción.
En la guerrilla aprendió mucho sobre la vida, la política y las diferentes personas que habitaban el territorio nacional, pero también fueron años muy difíciles, no era una persona que estuviera habituada al campo y mucho menos a ser parte activa de una guerra.
Después de la firma del Acuerdo de Paz, Katerin comenzó a trabajar por algo que siempre le ha interesado, las mujeres. Se inscribió a un curso de derechos sexuales y reproductivos donde, al finalizarlo, les dieron un dinero para crear un proyecto productivo. Crearon el Taller Puntadas por la Paz, una iniciativa de producción de ropa, que hoy cuenta con una marca que se inspira en los símbolos y paisajes del Catatumbo, llamada IXORA, inclusivas y autónomas.
El Taller Puntadas por la Paz hace parte de la Red Nacional de Confecciones por la Paz – RENA-C, que está conformada por firmantes de paz sin distinción política y que busca ser una opción productiva para sus integrantes. Desde este año Katerin es la presidenta de la red y también hace parte del Consejo consultivo de la política de mujer, equidad y género de Tibú.
Sueña con promover la autonomía económica de las mujeres desde los proyectos y espacios que lidera y a los que pertenece, pues sabe que eso es un pilar fundamental para prevenir la violencia basada en género.
@rednace, la red que preside Katerin, hace parte de nuestro ecosistema para la paz, #PuentesParaLaReconciliación.

Juan Antonio Urbano
Kakaoteros
Juan Antonio Urbano pasó de trabajar en minas y cultivar coca a trabajar con cacao, un cultivo que le dio tranquilidad, una empresa de chocolate y una generación nueva de campesin@s al occidente de Boyacá.
Juan nació en una familia campesina en Pauna, Boyacá. Creció creyendo que el campesinado y todo lo relacionado era inferior o era sinónimo de vergüenza, no le daba la importancia que el campo merecía, por eso a sus 18 años se fue para los llanos a tumbar montañas para pastizales para ganadería extensiva. Después de unos años volvió a Pauna aburrido y sin dinero.
En 1990 se fue para otro municipio boyacense persiguiendo el nuevo fenómeno de las esmeraldas, como no tenía dinero hizo el viaje a Coscuez caminando, un trayecto de 16 horas que realizó con su hermano y seis personas más. Su nueva vida solo duró seis meses porque desafortunadamente su mamá falleció. Regresó a Pauna a despedirse de su madre y a hacerse cargo de la tierra que les había dejado, sacar adelante la finca era todo un reto porque no había obreros que quisieran trabajar en el campo, todos estaban en las minas de esmeralda. Después de un año de trabajar en la finca, un amigo lo convenció de regresar a Coscuez.
La primera vez que encontró una esmeralda logró venderla por ocho millones de pesos, una gran suma de dinero para Juan. Siguió trabajando en las minas y logró recaudar una fortuna para esa época, momento en el que decidió retirarse para comprar tierras y retomar lo que verdaderamente amaba hacer, trabajar el campo. Sin embargo, se dejó convencer de que el campo no era una buena inversión y terminó comprando vehículos de transporte público en Bogotá. Comenzó a trabajar como conductor, pero no pasó mucho tiempo para que se diera cuenta de que se había equivocado y que quería regresar al campo.
Vendió los vehículos y se fue para el llano, donde tuvo su primer contacto con los cultivos de coca, sin embargo, las minas de esmeraldas seguían siendo muy productivas, por lo que rápidamente regresó a Coscuez. Con lo que ganaba mes a mes logró comprar una casa justo antes de que la producción de esmeralda disminuyera por las malas prácticas en las minas.
En 1999 regresó a Pauna con el sueño de sembrar cacao, cultivo que históricamente había sido el sustento de su familia y que ahora sería el de su esposa y sus dos hijos, sin embargo, el contexto lo llevó a sembrar coca, el nuevo boom en la región, casi todos los campesinos que trabajaban en minas ahora eran cocaleros. Cinco años después la región estaba sumergida en la coca, los enfrentamientos entre paramilitares y guerrilla estaban en su punto máximo, la violencia en el territorio era insostenible y Juan ya había enterrado a varios amigos.
Cansado de tanta violencia se reunió con sus amigos para reflexionar sobre el futuro de la región y llegaron a la conclusión de que casi todos los problemas eran por la siembra de coca. Bajo esa premisa se apoyaron en el Sena para comenzar la sustitución, escogieron el cacao como cultivo alternativo y conformaron la Asociación de Productores de Cacao del Municipio de Pauna, una organización donde 80 familias campesinas comenzaron a trabajar en la sustitución. Debido al poco conocimiento que tenían en temas asociativos y de economía solidaria el primer año no avanzaron mucho, incluso hablaron de liquidar la asociación, pero después de varias reuniones decidieron seguir, aún cuando muchas familias desertaron y solo quedaron 34.
En esa época fueron víctimas de abuso por parte del Estado, lo cual hizo que se unieran más y lograran que el gobierno los escuchara y les brindara soluciones, como fue ‘Familia Guardabosques, un programa que cambió la historia de la región, pues le ofrecía a l@s campesin@s que firmaran la sustitución voluntaria un acompañamiento y apoyo financiero para hacer la transición a cultivos lícitos. En Pauna fue relativamente fácil la sustitución, 772 familias ingresaron al programa, de las cuales 423 se vincularon a la Asociación de Productores de Cacao del Municipio de Pauna, escogiendo el cacao como proyecto productivo.
En tan solo tres años Pauna fue reconocida como una zona libre de cultivos de coca, una muestra de que la institucionalidad y el campesinado podían trabajar juntos por un bien común, algo que motivó a un grupo de líderes, donde estaba Juan, a crear la Fundación Red Colombia Agropecuaria (Funredagro), una entidad donde ingresaron 10 organizaciones productoras de cacao de 8 municipios de Boyacá. En el 2013, una de las organizaciones de Funredagro, ASOCACAOBO de San Pablo de Borbur, ganó el Premio Emprender Paz, un hito que definió la esencia de la fundación: la construcción de paz en Colombia.
Un año después el cacao de Pauna fue reconocido como el mejor cacao de Colombia en el concurso nacional ‘Cacao de Oro de Colombia’, en ese momento se dieron cuenta de que además de ser una historia de superación y resiliencia estaban haciendo un producto de calidad. Gracias a ese reconocimiento llevaron a un grupo de campesinos, incluido Juan, a Suiza, Bélgica e Italia a conocer diferentes fábricas de chocolate, una experiencia que Juan ni es sus más locos sueños había imaginado vivir. Fue así como el proceso asociativo cacaotero del occidente de Boyacá se convirtió en un referente de reconversión productiva y construcción de paz en el país.
Ya con la seguridad de que su producto era de calidad deciden agregarle valor al chocolate. De esa manera nace ‘Distrito Chocolate’, un proyecto que buscaba abrir tiendas de chocolate donde el consumidor pudiera vivir una gran experiencia sensorial alrededor del producto, conociera sus orígenes, probara los frutos, hiciera parte del proceso de transformación, experimentar sus aromas y, lo más importante, conociera la historia de l@s campesin@s que por medio del cacao construyen paz. Con la ayuda de cooperación internacional y actores estatales lograron abrir varias tiendas, sin embargo el desconocimiento y desencuentro en muchos aspectos hizo que no prosperara, además, la llegada de la pandemia hizo que quebraran.
Después de esa gran decepción Juan regresó a su finca sin dinero y pocas esperanzas, sin embargo, se encontró con que su hijo Nicolás había creado una marca de cacao como proyecto de grado, una idea que era netamente académica, pero que su otra hija, María José, le vio potencial. De esa forma, nació Kakaoteros, un emprendimiento que vende cacao de primera calidad, logra transformar la realidad de muchas familias en Pauna y la región, rescata recetas ancestrales y aporta a la construcción de paz en zonas donde antes los cultivos y las actividades ilícitas eran la regla.
Juan de lo que más se siente orgulloso no es del cacao, su mayor orgullo es haber ayudado a formar una generación de jóvenes campesin@s alejados de la ilegalidad y la violencia, que ahora resuelven los problemas por medio del diálogo y alrededor de un buen chocolate.
Kakaoteros hace parte del fortalecimiento que, desde la fundación, realizamos a proyectos productivos que construyen paz.

Myriam Pacichana
Gallito de Roca
Myriam nació en Palmira, Valle del Cauca, y a los siete años se fue a vivir a Cali con su mamá. Cada año iban a visitar a su abuela a Putumayo. En el 2000 un paro armado las dejó atrapadas en ese departamento durante cuatro meses. En ese tiempo su madre perdió el empleo en Cali, por lo que decidieron quedarse y comenzar una nueva vida.
Myriam empezó a darse cuenta de la diferencia entre una ciudad como Cali y un municipio como Orito, en Putumayo. Ver, explorar y sentir tanta naturaleza la hizo comprender lo que realmente es grandeza, conectó con su raíces indígenas y con habilidades que no sabía que tenía. En el cabildo indígena al que entró le enseñaron a conectarse con la cosmovisión del pueblo indígena y a hacer artesanías, una actividad que hacía con su hermano. Él murió en 2006 y ella decidió no continuar con las artesanías, pues darle vida a un collar, un tejido o un adorno le recordaba que su hermano ya no estaba con ella.
Las ganas de volver a crear con sus manos volvieron cuando nació su hija, tres años después. Myriam quería que la ropa y sus primeros juguetes fueran hechos por ella y que tuvieran la influencia de sus ancestros indígenas. Desde que dio a luz se propuso criar a una niña que supiera que los quehaceres de la casa, la cocina y el cuidado no eran un trabajo propio de las mujeres, que estaba hecha para mucho más, que el mundo y la naturaleza le podían ofrecer infinitas posibilidades para crear y desarrollarse.
Actualmente es la vicepresidenta del Colectivo Gallito de Roca, una organización a la que llegó para ayudar a otra mujer que estaba pasando una situación muy difícil y que necesitaba apoyo emocional, algo que a Myriam siempre se le había facilitado. Después comenzó a trabajar con los niños del colectivo y, aunque le gusta el avistamiento de aves que es la principal actividad que hace el colectivo, su fuerte y lo que más disfruta es coordinar convocatorias, gestionar recursos, dirigir el departamento de artesanías y trabajar con mujeres cabeza de familia. Más que las aves, le gusta interactuar con la gente, sobre todo con las mujeres y l@s niñ@s.
Para Myriam construir paz con la naturaleza es algo que todo el mundo debería naturalizar, porque cree que quien haya tenido interacción con la naturaleza ha sentido paz. Así como los animales, el río, el bosque y la selva brindan paz, así mismo nosotros debemos regresarla.
@cgallitoderoca, el colectivo al que Myriam pertenece, hace parte de nuestro programa de construcción de paz con la naturaleza, #PazVerde