Fundación Compaz

#LosRostrosDeLaPaz

Diana Montaño

Asoturismo El Bajito Tumac

Heidy Oliveros

Rafael Olarte

Matilde Mosquera

Raíces Piangüeras

Carmenza Castillo

Colectivo Miradas

Diana Montaño

Asoturismo El Bajito Tumac

Diana es una tumaqueña que creció pensando que en cualquier momento iba a tener que dejar de estudiar. Su mamá todos los años le decía “yo no sé qué vamos a hacer el próximo año con su estudio porque no hay plata”. Por eso a los 16 años decidió irse para Cali a trabajar de día y estudiar de noche, pues no quería correr el riesgo de tener que abandonar la escuela. 

A los 18 años comenzó a trabajar como facilitadora en un hogar comunitario que funcionaba como jardín. Y aunque le gustaba su trabajo, en Cali se sentía muy sola, por eso al graduarse del colegio inmediatamente regresó a Buenaventura, donde vivía su mamá en ese momento. Años después y con su primera hija regresó a Cali a trabajar como madre comunitaria, cuidaba niñ@s y jugaba con ell@s, algo que desde joven la apasionaba. Diana sabía que quería convertirse en profesional para trabajar de manera formal con niños y niñas, pero no tenía los recursos.Sin embargo, logró hacer un técnico en auxiliar de enfermería, oficio que le abrió las puertas para trabajar como capacitadora de mujeres vulnerables en estado de embarazo y lactancia, un trabajo que disfrutaba y que le permitía vivir de manera digna con sus hij@s. 

Lastimosamente en el 2010 tuvo que irse de Cali porque su mamá, que estaba viviendo en El Bajito en Tumaco, se enfermó. Diana se fue pensando que iba a regresar, pero hoy todavía sigue en territorio tumaqueño. Cuando llegó comenzó rápidamente a involucrarse en proyectos comunitarios y se convirtió en la vicepresidenta de la junta de acción comunal del barrio. Después trabajó con ‘Save the Children’ en un proyecto de protección a la niñez, donde trabajaba con niñ@s de 6 a 16 años.  

Gracias a su experiencia en la junta de acción comunal y los procesos comunitarios del territorio comenzó a fortalecer todas las juntas de acción comunal de El Bajito junto a otros líderes y lideresas de la ciudad. Ese proyecto dio paso a la creación de la Asociación, Asoturismo El Bajito Tumac, un proyecto que busca ser un centro de reinterpretación y unión afro que dé a conocer todas la riquezas de El Bajito, una zona estigmatizada por el conflicto armado. La meta de Diana y de l@s otr@s asociados es que se potencialice la gastronomía de la región, se proteja la naturaleza, se comercialicen las artesanías de las comunidades, se aprenda sobre la belleza afro y se desarrollen espacios de recreación y deporte en la comunidad.

Diana también quiere implementar una ruta de turismo comunitario que ya construyó con otr@s líderes y lideresas para complementar el proyecto del  centro de reinterpretación y unión afro. Y sueña con estudiar psicología y crear conciencia sobre la importancia de construir paz con la naturaleza, pues es un recurso limitado que l@s humanos necesitamos. 

Asoturismo El Bajito Tumac, la organización a la que pertenece Diana, hace parte de nuestro programa de construcción de paz con la naturaleza, #PazVerde.

Heidy Oliveros

Rafael Olarte

Heidy Oliveros nació en San José del Fragua, Caquetá, pero rápidamente se fue a vivir a Zabaleta, en el mismo departamento, un lugar donde l@s niñ@s tenían dos opciones: estudiar, si su familia tenía los recursos económicos,  o irse para la guerrilla. El dinero no era suficiente para que ella y su hermano entraran al colegio, por eso regresaron a San José del Fragua donde los ingresos eran mejores y tenían la posibilidad de estudiar. Ahí la mamá de Heidy tuvo a su tercer hijo. 

 El papá se fue a otra vereda a trabajar y la mamá llegó a trabajar en el restaurante de la familia de su esposo, el lugar que posteriormente sería su casa y la de 12 personas más. El restaurante quedaba al lado de una estación de policía por lo que tuvieron que vivir múltiples tomas guerrilleras entre 1996 y 2002. Cuando la guerrilla llegaba, les tocaba esconderse en el baño mientras la balacera cesaba. En 2002 trasladaron el restaurante lejos de la estación de policía, sin embargo, la violencia no disminuyó porque esa era una zona de paramilitares.

Finalmente, en 2016 lograron comprar una finca. Heidy propuso sembrar coca porque era lo que en ese momento daba más dinero. Fueron cultivadores de coca durante unos años, pero su padre nunca estuvo de acuerdo. En ese periodo Heidy tuvo a su primer hijo y comenzó a pensar en el futuro de él. No quería que la violencia lo afectara y sabía que la siembra de coca no les iba a traer nada bueno. Decidió salirse del negocio y buscar otras alternativas de sustento.  

En 2018 su padre le habló de la Asociación Orgánica Agrícola y Cacaotera del municipio de San José del Fragua, ASOACASAN, un asociación que desde 2007 había comenzado a sustituir voluntariamente los cultivos de coca por cultivos de cacao. Heidy se enamoró del cacao, comenzó a estudiarlo y a formarse en el tema desde 2018.  

Ahora es la encargada de innovación de productos de la asociación, catadora de licores de cacao y sigue formándose en asistencia técnica de cacao. La asociación además de darle estabilidad económica a ella y su familia, ha abierto la puerta para encontrar otros trabajos que le han permitido conocer departamentos como Putumayo y Guaviare y otras zonas del Caquetá.

En 2020, junto a Alex, quien ahora es su pareja, y dos compañeros más, crearon el Colectivo de Jóvenes Cacaoteros Rafael Olarte, una apuesta para que más jóvenes se involucren en el mundo del cacao, discutan nuevas ideas para su visibilización y sostenibilidad y promuevan el liderazgo juvenil y la conservación de la cultura cacaotera en el Caquetá. El colectivo cuenta con 16 integrantes; Heidy es la encargada de innovación de productos y ha creado nibs de cacao caramelizados con frutos amazónicos y mermelada de chocolate, entre otros. Su propósito es lograr formalizar los productos para venderlos a nivel regional y nacional, pues ahora sólo lo hacen por medio de pedidos y a nivel local. 

Heidy también hace parte de una corporación de turismo donde es la encargada de la vitrina turística del territorio, con la cual busca vincular a todos los gremios de la región en la distribución de productos amazónicos y visibilización del departamento, de manera que se cree una economía circular donde la materia prima de los productos sea de nativos del territorio y el turismo sea sostenible y comunitario.

Las especies favoritas de Heidy son los frutos amazónicos, el pildoro, el tucán y las serpientes, con las dos primeras trabaja en la cocina, innovando y creando productos gastronómicos, y al tucán y a las serpientes los ha rescatado en diferentes ocasiones, creando una conexión especial con ellos. 

El Colectivo de Jóvenes Cacaoteros Rafael Olarte, que co-creó Heidy, hace parte de nuestro programa de construcción de paz con la naturaleza, #PazVerde.

Matilde Mosquera

Raíces Piangüeras

Su especie favorita es el mangle, un árbol que conoce desde los ocho años y que le ha dado propósito a su vida. Matilde Mosquera nació en Bahía Málaga y ahora vive entre Buenaventura y ese territorio. Estudió sociología y lleva cinco años liderando procesos sociales de las mujeres piangüeras del Pacífico.  

A los ocho años, junto a su madre, recolectó piangua por primera vez; una actividad que continuó realizando, incluso para pagar la universidad. Cuando estaba en sexto semestre, en 2019, junto a un grupo de mujeres malagueñas y el Consejo Comunitario crearon la Asociación Comunitaria de Mujeres Piangüeras – Raíces Piangüeras, una iniciativa que ahora está compuesta por 28 asociadas y que tiene impacto en 114 mujeres del territorio. Matilde y las otras mujeres piangüeras realizan procesos de sensibilización a casi 300 familias del territorio, enfocados en la conservación del manglar, la recolección responsable de la piangua, la gobernanza, participación política y fortalecimiento de los proyectos de vida de las mujeres. 

Aunque algunos hombres practican la actividad de la piangua, es un trabajo casi que exclusivo de las mujeres, que implica un esfuerzo físico muy grande porque deben estar alrededor de cinco horas en el mangle, al sol, con mosquitos, y cargando un canasto para recoger la piangua; pero también son cinco horas en las que cantan canciones que ellas mismas componen y que van dirigidas a la naturaleza, al manglar y que reflejan lo que sienten cada que se sumergen en esa actividad.

Su propósito es posicionar la piangua en todo el país, que l@s colombian@s la conozcan, se enamoren de su sabor y se convierta en un plato típico nacional. Esto transformaría la actividad de recoger piangua en una fuente de ingresos mucho más rentable para las mujeres piangüeras y sus familias, y no habría peligro de que la tradición se acabe por falta de oportunidades. Además, abriría una puerta para mostrar todo lo que estas mujeres hacen por el tejido social y la gobernanza territorial en el Pacífico colombiano.  

Además, Matilde cree que cada vez que los seres humanos se acercan más a estas prácticas ancestrales, y a la comida que viene directamente de la tierra, se comienza a construir paz con la naturaleza, porque entienden que hay otros seres no humanos que nos sostienen, que sostienen el planeta y que se deben respetar.

Ella ya no recoge piangua de manera constante, ahora apoya las actividades de monitoreo, impulsa las estrategias de gobernanza territorial de Bahía Málaga y la participación política de las mujeres piangüeras porque cree de manera decidida en el poder que tienen las mujeres para transformar la conciencia ambiental de l@s demás.

La Asociación Comunitaria de Mujeres Piangüeras – @raicespiangueras, organización que Matilde dirige, hace parte de nuestro programa de construcción de paz con la naturaleza, #PazVerde.

Carmenza Castillo

Colectivo Miradas

Entró a la guerrilla a los 14 años por sugerencia de su padre y porque no veía otra alternativa. Carmenza Castillo nació en Garzón, Huila, en una familia de 10 hermanos, una mamá conservadora y un padre progresista. Duró 32 años en la guerrilla y ahora construye paz desde las artes audiovisuales.

Siendo muy pequeña sufrió el desplazamiento, a su papá le dijeron que tenía que vender el terreno donde vivían si no quería que lo sacaran de forma violenta. Carmenza, sus herman@s menores y sus papás abandonaron todo y comenzaron un recorrido que duraría años, en el que su papá buscaba trabajo en fincas donde lo aceptaran con toda su familia. Después de estar saltando de un lado a otro el papá logró comprar un pequeño terreno en la vereda El Mirador, lugar donde él fallecería y donde la vida de Carmenza daría un vuelco de 180 grados. 

Para Carmenza su padre era su vida, su faro, su admiración, su gran amor; con él se sentía comprendida, él la alentaba a perseguir sus sueños y a ver el matrimonio y la maternidad como una opción, no como una obligación. Por otra parte, con su madre tenía grandes dificultades, peleaba constantemente y no se sentía escuchada. 

Cuando ella tenía 14 años su padre se enfermó y murió. El último consejo que le dio fue que se fuera de la casa porque su mamá la iba a obligar a casarse con un hombre que posiblemente ella ni conocía y con el cual le iba a tocar tener hijos. Ella sabía que no quería tener una vida junto a un hombre que no quería y tampoco quería ser mamá, pero no había tenido la oportunidad de estudiar y tampoco tenía claro qué podría hacer si se iba de la casa. Su papá le dio una opción: irse a la guerrilla.  

Enlistarse en cualquiera de las guerrillas de la zona era relativamente fácil, se les veía constantemente en las calles o en reuniones en las escuelas. Carmenza fue a una de las reuniones de las FARC-EP después de la muerte de su padre y les dijo que quería hacer parte de la organización, pero le dijeron que tenía que cumplir 16 años para poder ingresar. Ella les dijo que si ellos no la aceptaban se iba para el M-19 donde no había restricción de edad. Con ese argumento logró entrar el 25 de noviembre de 1985 a las FARC-EP.  

Aunque le explicaron el reglamento y lo que significaba ingresar a un grupo guerrillero como las FARC-EP, Carmenza reconoce que siendo una niña no entendía muy bien lo que le estaban diciendo y a lo que se iba a enfrentar. Ella tenía en su imaginario a las guerrilleras bonitas con fusil, pistola y mucha presencia y poder, eso era lo que ella quería ser. 

En las primeras semanas se dio cuenta de que la guerrilla no era como se la imaginaba. Se cayó a un caño con una olla y casi no puede salir; caminó del Huila al Caquetá con un peso que nunca había cargado; sintió ese cambio repentino de pasar de ser una niña a ser una guerrillera sin distinción de edad.  

En la guerrilla se encontró con un primo y una prima, ellos fueron ese oasis en una realidad dura y hostil. Sin embargo, un mes después de haber ingresado les preguntaron a l@s nuev@s si querían continuar, y sus primos decidieron abandonar la organización. Carmenza quedó sola, porque para ella regresar a la casa de su mamá no era una opción.  

Durante el curso básico militar y de política se fue adaptando, tanto que fue una de las mejores, por lo cual la enviaron donde estaba el secretariado de las FARC-EP, es decir los comandantes de la organización. Ahí estuvo dos años, después la enviaron al bloque oriental y, posteriormente, al bloque del Magdalena medio. Carmenza se especializó en comunicaciones, era radista y desde el 2009 comenzó a editar los videos de la organización.

Cuando comenzó la fase secreta de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP ella estaba como radista en el Catatumbo, la misma época en que el Ejército dio de baja al máximo comandante de la organización, Alfonso Cano, quien iba a ser el encargado de ir a La Habana, Cuba, a las negociaciones. ‘Timochenko’, ahora Rodrigo Londoño, quedó al frente pero no podía abandonar la selva de manera inmediata, por lo que enviaron a Carmenza para que fuera la radista encargada de enviarle toda la información. El nuevo comandante de las FARC-EP finalmente logró viajar, pero Carmenza se quedó en La Habana por complicaciones de salud, la habían diagnosticado con cáncer de mama. 

Durante su estancia en La Habana hizo parte del equipo de comunicaciones de las FARC-EP y tenían un noticiero que se llamaba NC Colombia, donde explicaban todo lo que se estaba negociando. Cuando se firmó el Acuerdo y regresaron a Colombia, la idea era continuar con el noticiero para acercar el contenido del Acuerdo a las regiones. Lo emitieron por Facebook durante dos años pero fracasaron.  

Después de eso entró al equipo de comunicaciones del Consejo Nacional de Reincorporación, donde aún trabaja. Ahí conoció a Gina Parra, una gestora social, que durante la marcha nacional que organizaron los firmantes de paz para exigir garantías de vida en 2020 se propuso hacer un colectivo de fotografía con excombatientes, pues durante la marcha muchos lograron una muestra fotográfica muy bonita que publicaron en Instagram. Gina invitó a Carmenza a hacer parte de lo que hoy es el Colectivo Miradas, ella aceptó y desde ese momento apoya los temas audiovisuales del proyecto. 

Si Carmenza pudiera regresar el tiempo, no volvería a entrar a la guerrilla. Sabe que la guerra no es el camino y que es una experiencia que ningún ser humano debería atravesar. Pero extraña la colectividad y solidaridad que se vivía en las FARC-EP; nunca comió sola, siempre había alguien pendiente de ella cuando estaba triste, sus complicaciones de salud siempre eran atendidas, se sentía en familia y respaldada. Además, nunca tuvo que preocuparse porque sus necesidades básicas fueran satisfechas, tenía ropa, comida, atención de salud, una casa y agua, algo que hoy en día no da por hecho. Aún así sabe que el beneficio de la paz es aún más grande: ya no vive en constante tensión aunque es consciente de que l@s firmantes de paz corren peligro en una sociedad dolida e intolerante. Además, pudo reencontrarse con algun@s de sus hermanos, especialmente con su hermana y, durante su estadía en Cuba, pudo ver a su madre, perdonarla y despedirse de ella antes de que falleciera. 

El @colectivomiradas, al que pertenece Carmenza, es una de las iniciativas que fortalecemos desde #PuentesParaLaReconciliación, nuestro ecosistema de recursos para la paz.