#LosRostrosDeLaPaz
Joan Rodríguez
Edilza Paredes
Ángela Herrera
Denis Romaña

Joan Rodríguez
Teatro El Cují
Joan Antonio Rodríguez Gamboa nació en el municipio de Pamplona, Norte de Santander, pero desde los cinco años vive en Los Patios, municipio del mismo departamento. Es el mayor de siete herman@s y la discriminación y el rechazo que vivió en el colegio casi lo llevan a terminar con su vida.
Su mamá es empleada doméstica y su papá ornamentador, y aunque en la casa nunca le pidieron trabajar, él comenzó a ayudar en la casa desde los nueve años. Su primer trabajo fue vender las hallacas que hacía su mamá, después vendió afiches, pasteles, gasolina y cuidó carros, todo acompañado de su mamá.
Joan desde muy pequeño no se adaptó a los roles y estereotipos de género, era delicado, hablaba suave y caminaba diferente. Sus compañer@s de colegio, la sociedad y él mismo no entendían porque no se comportaba como los otros niños. Debido a esa incomprensión vivió señalamientos y discriminación durante toda su vida escolar.
Le mojaban los cuadernos en el baño, lo ofendían y lo maltrataban, pero eso nunca se lo contó a su familia, ni l@s profesor@s. A su mamá le decía que le tocaba comprar nuevos cuadernos porque se le perdían. Le decían gay, pero él no entendía eso qué significaba y si efectivamente era o no homosexual. Su refugio era la danza y el teatro, sin embargo, era un espacio donde le tocaba aparentar, en sus personajes y presentaciones se intentaba mostrar fuerte y lo más masculino posible para que no lo molestaran.
En su casa, debido a la situación económica, no había tiempo ni espacio para hablar de sus sentimientos, la principal preocupación de sus padres era alimentarlo a él y sus herman@s. Toda la presión y dolor que vivía en el colegio, y que no podía exteriorizar con nadie, era tan insoportable que lo llevaron a intentar quitarse la vida. Un día en el colegio un compañero lo ofendió tanto que salió corriendo a la avenida principal y se acostó esperando que un carro lo atropellara. Una amiga lo salvó y desde ese día la vida le cambió. Su mamá se enteró de todo lo que estaba sufriendo y pudo ayudarlo, en el colegio las cosas también cambiaron y se dio cuenta que no estaba solo, que había otras personas como él y que ser diferente no estaba mal. Joan convirtió todo el dolor de su niñez y adolescencia en fuerza y resiliencia.
Cuando se graduó del colegio trabajó como empleado doméstico durante cinco años, hasta que lo invitaron a la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero en Cúcuta. Ahí conoció a un grupo de chicos gays y mujeres lesbianas que estaban luchando por los derechos de las personas homosexuales en el departamento. En ese momento él estaba comenzando su reconocimiento como hombre gay, y fue esa reunión la que le dio el empujón para identificarse como tal. Desde ese día comenzó a capacitarse en temas LGBTIQ+ y, poco a poco, personas que lo conocían comenzaron a pedirle ayuda con denuncias relacionadas con discriminación por perjucio (homofobia).
Su primer trabajo, después de graduarse del colegio, fue en la Cruz Roja colombiana. Hacía abordajes con personas que tenían VIH y hacía parte del equipo que ayudaba a detectar nuevos casos de VIH. Además, comenzó a trabajar apoyando a trabajadoras sexuales, mujeres explotadas sexualmente, mujeres trans y habitantes de calle. En ese trabajó vio de primera mano cómo el Estado le incumplía a ese tipo de personas, personas discriminadas que, a primera vista, parecían no importarle a nadie. Fue una experiencia que lo llenó de muchas más razones para luchar por los derechos humanos de las personas históricamente discriminadas.
Tiempo después y continuando con el activismo LGBTIQ+, Joan, junto a otr@s activistas, decidió darle una cara diferente a la marcha del orgullo de Cúcuta, ya que llevaba suspendida unos años, y antes de eso era una marcha que no cumplía su propósito, pues había sido cooptada por personas heterosexuales que simplemente querían hacer de ella una fiesta, lo que desdibujaba totalmente el fin de la misma. Fueron a la Alcaldía para que la reactivaran, el alcalde aceptó y desde ese momento la marcha se ha realizado de manera ininterrumpida, movilizando cerca de 15.000 personas y enviando un mensaje de inclusión, tolerancia, respeto y libertad muy potente. Desde 2016 hasta el 2023 Joan fue el presidente del comité organizador LGBTIQ+, un escenario que le dio mucha visibilidad a su liderazgo y con el que logró avanzar en el cambio de percepción de la población cucuteña hacia la personas LGBTIQ+.
En 2021, Movimiento Visibles, una organización LGBTIQ+, lo invitó a seguir en la lucha por los derechos humanos. Con la organización ha logrado acciones sociales y poderosas que han ayudado a transformar las realidades de poblaciones vulnerables y a buscar la reivindicación de los derechos de las víctimas diversas. Como parte del movimiento fue coinvestigador para la GIZ – Cooperación Alemana en la construcción del primer informe de violencias LGBTIQ+ en el marco del conflicto armado, el cual fue presentado al Sistema Integral para la Paz en el marco del cumplimiento del Acuerdo de Paz entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP.
Estando en Movimiento Visibles también coordinó ‘Cuenta ser diferente’, un proceso artístico y cultural que permitió la creación de tres colectivos de teatro en Cúcuta. Dos de ellos, Los Patios y Villa del Rosario, estrenaron tres obras de teatro que narran el capítulo 6 del Informe Final de la Comisión de la Verdad, “Mi cuerpo es la verdad”, sobre las violencias y realidades vividas por mujeres y población LGBTIQ+ en el marco del conflicto armado. Obras que lograron que l@s asistentes, más de 2000 personas, se sensibilizaran sobre el tema.
Además de ser líder LGBTIQ+ es artista y gestor cultural, hace cuatro años fundó el Teatro El Cují en el municipio de Los Patios, un escenario pluricultural, diverso y seguro para l@s artistas LGBTIQ+ y otr@s artist@s de Norte de Santander. Junto a Movimiento Visibles han logrado que este teatro sea ganador de la beca de Salas Concertadas del Ministerio de Cultura en varias ocasiones; recursos con los que han podido tener una programación continúa a pesar del nulo apoyo a nivel departamental.
Joan es tecnólogo en producción multimedia, técnico auxiliar en salud pública comunitaria y actualmente es estudiante de derecho. Hizo parte de AprendEPaz, uno de los programas de nuestra línea educativa.

Edilza Paredes
Red de Maestros por la memoria histórica del Caquetá
Edilza Paredes es maestra hace 30 años, una profesión que conoce desde la infancia y que le ha permitido construir paz desde un departamento azotado fuertemente por el conflicto.
Nació en Belén de los Andaquíes, al sur de Caquetá, en una familia campesina. Su mamá era profesora y su papá agricultor. Desde la infancia incorporó esas dos pasiones, el amor por el campo y lo que produce la tierra, y el gusto por enseñar.
A los nueve años sus padres la enviaron a Florencia para que estudiara. Al terminar el bachillerato tenía muy claro que quería formarse como profesora. Entró a la Escuela Normal de Florencia y se graduó como maestra superior. En ese momento soñaba con ser profesora de educación física, pues otra de sus pasiones era el deporte. Sin embargo, en Florencia no existía esa especialidad; tenía que ir hasta Neiva, pero sus padres no tenían los recursos para enviarla, entonces optó por el programa de licenciatura en ciencias sociales.
Su primer trabajo fue como docente en un colegio privado, pero fue su segundo trabajo el que más la marcó. En 1994 la nombraron como docente en un colegio público en San Vicente del Caguán, un municipio del Caquetá que solo conocía a causa de la violencia. El día que llegó hubo una toma de las FARC-EP en todo el pueblo, en ese momento pensó en regresar a Florencia apenas tuviera la oportunidad, pero sus alumnos le dieron la fuerza para quedarse. Se encontró niñ@s con valores y sentimientos alejados del conflicto y con ganas de vivir en un territorio en paz. Junto a ell@s comenzó lo que se ha convertido en la columna vertebral de su enseñanza: la desestigmatización de los territorios para evitar que sus estudiantes hereden la carga de violencia de sus antepasados y puedan encontrar soluciones al conflicto por medio de la investigación, las vivencias personales, el arte, el emprendimiento y la cultura.
Tres años después regresó a Florencia, hizo una especialización en didáctica de las ciencias sociales y una maestría en administración educativa. Actualmente trabaja en la Universidad de la Amazonía como docente catedrática y en la institución Jorge Eliécer Gaitán donde ha implementado la investigación en las aulas, un enfoque que se centra en explorar la historia del conflicto desde la perspectiva de las víctimas y la justicia transicional y restaurativa, promoviendo la escucha, la empatía y la reconciliación. Ese enfoque lo comenzó a pensar después de la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP en 2016, con el propósito de hacer pedagogía de paz.
Desde entonces ha logrado pasar de una pedagogía enmarcada en la “memoria encriptada” a la creación de “paisajes circulares de la memoria, la verdad y la esperanza”, una noción cocreada a partir del informe de la Comisión de la Verdad. Ha logrado abrir espacios de reflexión, conocimiento y reconocimiento de las experiencias de vida de sus estudiantes, y la participación activa de sus familias.
Edilza hace parte de la Red de Maestros por la memoria histórica del Caquetá y de la línea educativa de la Fundación Compaz.

Ángela Herrera
Manifiesta
Ángela nació en Bogotá en una familia con una conciencia crítica y social muy marcada, su papá era profesor de ciencia política y su mamá socióloga, dos personas jugadas por la paz del país y la defensa del territorio. Desde que tenía ocho años asistía a las marchas de los trabajadores, el primero de mayo, con mucho entusiasmo. Le gustaba la política aunque no la entendiera mucho y veía noticias con sus padres.
Además de lo social y la política, disfrutaba mucho hacerle vestidos a sus muñecas y todo lo relacionado con la moda. Fue creciendo y los gustos se fueron desarrollando, y empezó a estudiar ciencia política en la Universidad Nacional de Colombia. Entró a la carrera con la idea de convertirse en una académica, como sus padres, pero la moda le gustaba más de lo que ella pensaba. Entonces empezó a pensar en la relación entre la ciencia política y la moda; todos los trabajos que hacía en la universidad eran sobre eso. Durante ese proceso se dio cuenta de que la moda era considerada como superficial, y encontró que podía interferir con su conciencia social, algo que ya era primordial en todo lo que hacía.
Sin embargo, mientras más leía a autoras que habían investigado y se habían pensado la moda y la política, más se daba cuenta de que la estigmatización estaba asociada con la discriminación de género, se pensaba que a las únicas a quienes les interesaba la moda era a las mujeres y que, por ende, era algo poco relevante.
La frase que hoy en día es famosa “la moda es política” antes parecía un chiste, nadie relacionaba la moda con nada político o importante. Ángela pensaba que sí había una relación. Se quiso cambiar a estudiar mercadeo de moda pero no recibió el apoyo de sus papás, entonces continuó investigando sobre moda desde la política.
En 2016 decidió arriesgarse y creó Manifiesta – Hecho en Colombia, una marca de ropa 100% colombiana, que buscaba quitarle mercado a la ropa que explotaba niñ@s y mujeres en otras partes del mundo y ofrecer un producto de calidad que además tuviera una historia de colectividad y trabajo justo.
Dos años después de haber lanzado su marca y de haberse firmado el Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP, fue a hacer un voluntariado al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) en Mesetas, Meta, a dar un taller sobre ventas online. Ángela se enamoró de lo que hacían l@s firmantes de paz en ese territorio y quiso volcar su marca a la reincorporación económica de ell@s.
Se hizo muy amiga de unos excombatientes en Mesetas y ellos le presentaron a firmantes de Icononzo, donde comenzó un proceso de construcción de confianza que terminó en una alianza solidaria entre el proyecto productivo de ell@s, una taller textil, llamado Tejiendo Paz, y Manifiesta. La alianza buscaba crear un modelo de producción diferente a lo que ella conocía en la industria textil.
Ángela no tenía ningún referente en el mundo de la moda, ni de l@s empresari@s, pero Manifiesta se estaba convirtiendo en un sueño que combinaba tres de sus pasiones y deseos, el empleo justo, la paz y la moda.
Muchas personas le dijeron que así como se estaba pensando su empresa, iba a quebrar. Pero consiguió una socia que compartía su mentalidad social con quien logró la empresa que quería. Actualmente Ángela y Sara dirigen una marca de ropa donde el 50% de las utilidades se lo entregan a las personas que confeccionan; hacen rendición de cuentas dos veces al año en el ETCR de Icononzo, Tolima, a su aliado Tejiendo Paz; deciden los precios de la ropa en conjunto con su aliado; tienen sus puntos de confección en Tolima, Caquetá y Guaviare; y las decisiones que se toman se basan en el impacto social que puedan tener, no en el lucro.
En 2020, por medio de l@s firmantes de paz, conocieron a un grupo de víctimas con el que actualmente trabajan, convirtiéndose en una de las marcas producto del Acuerdo de Paz más reconocidas del país y más exitosas del mercado.
@manifiesta.col hace parte de #PuentesParaLaReconciliación, nuestro ecosistema de recursos para la paz.

Denis Romaña
Curcumetto
Denis Romaña Chaverra tenía 14 años cuando sucedió la masacre en Bojayá. Aunque ella no estaba en Bellavista, el corregimiento donde ocurrió todo, sí fue víctima de los hostigamientos que se dieron antes de la tragedia. Una de sus tías murió y dos de sus hermanas estaban en la iglesia donde las FARC-EP lanzaron el cilindro bomba que dejó a 79 víctimas mortales. Sus hermanas sobrevivieron y lograron escapar por unas trochas. Denis tiene la imagen de ellas, y de much@s otr@s sobrevivientes, llegando a La Loma, su pueblo, herid@s y desorientad@s. Dos años después de la tragedia su mamá desapareció. Ya son 20 años sin saber nada de ella.
En 2005, Denis y su familia salieron huyendo de La Loma a causa del conflicto armado. Meses después, cuando lograron regresar, lo primero que Denis hizo fue terminar el bachillerato, le faltaba menos de un año. Siempre pensó que nunca iba a poder ir a la universidad y que su futuro era casarse y tener hij@s, pero su papá, cultivador de plátano y borojó, le tenía una sorpresa. Durante años ahorró y logró comprar una casa en Quibdó, donde sus hij@s podrían tener mayor posibilidad de entrar a la universidad de la ciudad, la Universidad Tecnológica del Chocó.
Después de mucho pensar decidió que quería estudiar enfermería, pero no pasó la entrevista entonces comenzó a buscar más opciones y se topó con administración de empresas, algo que le sonaba a tener su propia empresa y eso le gustaba. Sin saber mucho de la carrera comenzó a estudiar, todo un desafío para una adolescente que no sabía usar un computador y que no tenía suficiente dinero para sostenerse en una ciudad como Quibdó. Entró a la universidad al mismo tiempo que una de sus hermanas, una estudiaba en la mañana y otra en la tarde con el fin de poderse prestar la ropa y algunos útiles universitarios, pues no alcanzaba para las dos.
Se graduó enamorada de su carrera, pero sin saber qué hacer. Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando la llamaron para que fuera el reemplazo de la secretaria de la personera municipal de Bojayá, que estaba en licencia de maternidad. Después de eso, en 2012, entró a la Alcaldía a trabajar como almacenista hasta que la llamaron de la oficina de desarrollo comunitario de Bojayá para que fuera la secretaria de ese departamento, un trabajo en el que aprendió mucho y fue muy feliz.
Años después su jefe renunció y le ofrecieron el cargo a ella, una gran oportunidad que la acercó al mundo de lo social. Ahí pudo conocer a todas las comunidades afro, y algunas indígenas, del territorio. Esa experiencia le sirvió para ser mucho más consciente de las necesidades de la gente, algo que la marcó tanto que se convirtió en su propósito de vida.
En 2020, salió de la Alcaldía por el cambio de alcalde, llegó la pandemia y Denis se dedicó a darle clase a niñ@s en sus casas. Después ingresó a una asociación que había conocido años atrás, la Asociación de víctimas del conflicto armado y población en situación de vulnerabilidad (ASOVIVU), donde actualmente trabaja como secretaria de la junta directiva y hace parte de uno de los emprendimientos que tienen, Curcumetto, una marca de cúrcuma producto de la unión entre la comunidad afro y los indígenas embera de la región.
Además, junto a sus hermanas, tiene un centro de apoyo escolar llamado ‘Dulce Ángel’, donde trabajan con 20 niñ@s no solo en el refuerzo de conocimientos y tareas, sino que también tienen un enfoque en educación del comportamiento.
Denis también tiene una especialización en gestión pública y ha hecho cursos de repostería, conocimiento que quiere aplicar en un proyecto para mujeres sin estudio, donde las pueda capacitar en repostería para que encuentren en esa actividad una forma de independencia económica.
Curcumetto, la iniciativa de ASOVIVU en la que participa Denis, hace parte de #PuentesParaLaReconciliación, nuestro ecosistema de recursos para la paz.